El Universo Desplegado: Un Viaje del Orden Oculto a la Realidad que Vemos

El Universo Desplegado: Un Viaje del Orden Oculto a la Realidad que Vemos

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Índice

Introducción: ¿Hay Algo Más Que Lo Que Vemos? Un Misterio Cotidiano

Vivimos en un mundo vibrante, lleno de detalles, colores y sonidos. Caminamos por calles repletas de gente, cada persona un universo en sí misma, aparentemente separada de las demás. Observamos objetos bien definidos: una mesa aquí, un árbol allá, una estrella brillando a millones de kilómetros de distancia. Nuestra mente, de forma natural, tiende a catalogar, a dividir, a poner cada cosa en su casilla para poder entender y navegar esta inmensa complejidad. Es el mundo tal como lo conocemos, el escenario familiar de nuestra vida cotidiana.

Y, sin embargo… ¿quién no ha experimentado momentos que parecen susurrar una historia diferente? Esa sensación inexplicable de profunda conexión con la naturaleza al contemplar un paisaje vasto. El escalofrío de una coincidencia tan perfecta que desafía toda probabilidad. Una intuición repentina que surge como un relámpago en la mente, ofreciendo una solución inesperada a un problema complejo. La experiencia de perderse en una obra de arte o una pieza musical, sintiendo que toca una fibra universal que va más allá de las notas o los colores individuales. O simplemente, esa corazonada persistente de que, bajo la superficie de las cosas separadas, existe un vínculo invisible, una corriente subterránea que nos une a todos y a todo.

Son como pequeñas grietas en el muro de nuestra realidad ordinaria, momentos que nos invitan a preguntarnos: ¿Es este mundo de objetos distintos y eventos aislados toda la verdad? ¿O es solo una fachada, una manifestación superficial de algo mucho más profundo, vasto e interconectado?

Esta pregunta no es solo una ensoñación poética. Curiosamente, la ciencia más avanzada del siglo XX, la física cuántica, nos ha llevado a fronteras similares. Al explorar el corazón mismo de la materia y la energía, los científicos se encontraron con fenómenos desconcertantes: partículas que parecen comunicarse instantáneamente a pesar de estar separadas por grandes distancias, entidades que se comportan a veces como ondas extendidas y a veces como partículas localizadas. El universo, a su nivel más fundamental, se reveló mucho más extraño, interconectado y menos “sólido” de lo que nuestra experiencia diaria nos sugiere.

Fue en este contexto, a caballo entre la física más rigurosa y la reflexión filosófica más profunda, donde surgió la figura de David Bohm (1917-1992). Bohm no era solo un físico brillante que trabajó con gigantes como Einstein y Oppenheimer; era también un pensador audaz, profundamente preocupado por la fragmentación que observaba no solo en la física, sino también en nuestro pensamiento, nuestra sociedad y nuestra relación con el planeta. Él se atrevió a tomar en serio esas intuiciones de conexión y los extraños resultados cuánticos, y propuso una visión radicalmente diferente de la realidad.

Bohm nos invitó a considerar que el mundo que percibimos, con sus objetos definidos y separados, es lo que él llamó el Orden Explícito: la realidad desplegada, manifiesta, como las olas que vemos en la superficie del océano. Pero sugirió que este orden emerge de, y está constantemente sostenido por, un nivel mucho más fundamental y real: el Orden Implícito. Este es un orden oculto, plegado, donde la totalidad del universo está “envuelta” o contenida en cada una de sus regiones, de forma similar a como cada fragmento de un holograma contiene la información de la imagen completa. En este nivel profundo, la separación es una ilusión; la conexión es la norma. Todo fluye en un proceso incesante que Bohm denominó el Holomovimiento, una danza cósmica de plegado y desplegado.

Este libro es una invitación a explorar juntos esta asombrosa visión del universo. No necesitas ser un físico para acompañarnos. Usando un lenguaje claro, metáforas evocadoras y ejemplos accesibles, desentrañaremos las ideas de Bohm. Viajaremos desde el mundo familiar del Orden Explícito hasta las profundidades misteriosas del Orden Implícito. Veremos cómo esta perspectiva puede iluminar no solo los enigmas de la física, sino también aspectos de nuestra propia conciencia, nuestra creatividad y nuestra forma de relacionarnos con el mundo.

¿Estás listo para mirar más allá de la superficie? ¿Para cuestionar la aparente separación y explorar la posibilidad de una totalidad indivisa? Si sientes esa misma curiosidad, esa misma intuición de que “hay algo más que lo que vemos”, entonces este viaje es para ti. Empecemos a desplegar el universo juntos.


Capítulo 1: El Mundo en Fragmentos: Nuestra Realidad Cotidiana (El Orden Explícito)


Abre los ojos por la mañana. ¿Qué ves? Probablemente los contornos definidos de los muebles de tu habitación: la lámpara allí, la silla aquí, la ventana enmarcando un trozo de cielo fuera. Sales a la calle y el mundo se presenta de manera similar: coches individuales moviéndose por carriles separados, edificios distintos unos de otros, personas caminando por la acera, cada una contenida dentro de su propia piel. Incluso el tiempo parece fluir de forma lineal y ordenada: un momento sigue al otro, el pasado quedó atrás, el futuro está por venir.

Esta es la realidad que damos por sentada, nuestro “sistema operativo” por defecto. Es el mundo tal como se nos presenta a través de nuestros sentidos y cómo nuestro lenguaje y nuestro pensamiento lo han cartografiado durante siglos. Es un mundo de cosas. Cosas con límites claros, ubicadas en un espacio y un tiempo determinados, interactuando entre sí de formas más o menos predecibles. Si golpeas una bola de billar, sabes (más o menos) hacia dónde irá y qué otras bolas podría mover. Si plantas una semilla, esperas que crezca una planta específica en ese lugar concreto. Llamamos a esto el Orden Explícito: el orden desplegado, manifiesto, visible.

Y seamos sinceros: esta forma de ver el mundo es increíblemente útil. ¡Es esencial para sobrevivir y funcionar! Necesitamos distinguir entre una manzana comestible y una piedra no comestible, entre un amigo y un extraño, entre el camino seguro y el borde de un precipicio. Nuestra capacidad para analizar, para descomponer las cosas en sus partes, es fundamental para resolver problemas. Si el coche no arranca, el mecánico no lo contempla como una totalidad mística, sino que revisa la batería, el motor de arranque, el sistema de combustible – partes separadas con funciones específicas.

Nuestro pensamiento lógico, esa poderosa herramienta que nos distingue, prospera en este orden explícito. Clasificamos animales y plantas en especies distintas, organizamos nuestro conocimiento en disciplinas separadas (física, biología, historia), dividimos nuestro día en horas y tareas manejables. Construimos casas ladrillo a ladrillo, escribimos libros palabra por palabra, diseñamos complejos programas informáticos línea por línea de código. Todo se basa en la idea de partes separadas que se relacionan de manera definida.

La ciencia clásica, la de gigantes como Isaac Newton, es la descripción triunfante de este Orden Explícito. Nos dio leyes precisas que describían cómo los planetas (objetos separados) se movían alrededor del Sol (otro objeto separado) mediante fuerzas predecibles (la gravedad). Nos permitió entender el universo como un gran mecanismo de relojería, donde cada pieza encajaba perfectamente y, conociendo las condiciones iniciales, podíamos predecir el futuro. Gracias a esta visión, hemos construido puentes, viajado a la Luna y desarrollado tecnologías que han transformado nuestras vidas. No hay duda de su poder y su éxito.

Entonces, ¿dónde está el problema? ¿Por qué David Bohm, un físico inmerso en la vanguardia de la ciencia, sintió la necesidad de ir más allá de este orden aparentemente tan exitoso y bien descrito?

El problema, como insinuamos en la introducción, no es que el Orden Explícito sea incorrecto, sino que podría ser incompleto. Es como mirar una fotografía increíblemente detallada de una ola congelada en el tiempo: es precisa, es útil para estudiar su forma, pero no captura la esencia fluida y dinámica del océano del que proviene.

La física cuántica fue la primera en mostrar las grietas en esta visión clásica y fragmentada. Reveló un mundo subatómico donde las “partes” no siempre se comportan como objetos separados y bien definidos, sino que a veces actúan como ondas extendidas e interconectadas de maneras extrañas, desafiando nuestras nociones de localidad y causalidad simple.

Pero Bohm vio que esta tendencia a la fragmentación no era solo un problema de la física. La veía reflejada en cómo dividimos el conocimiento en asignaturas estancas, cómo separamos la mente del cuerpo, el individuo de la sociedad, la humanidad de la naturaleza. Argumentaba que esta visión fragmentada, aunque útil para ciertos propósitos, nos llevaba a una comprensión limitada y, a menudo, a acciones destructivas. Si vemos el bosque solo como una colección de árboles individuales (potencial madera), podemos perder de vista el ecosistema interconectado y vital que realmente es. Si nos vemos a nosotros mismos como individuos totalmente separados, podemos ignorar nuestra profunda interdependencia con los demás y con el planeta.

Así que el Orden Explícito, nuestra realidad cotidiana de fragmentos, es real en su propio nivel. Es el mundo desplegado ante nuestros sentidos, el escenario donde actuamos. Sus reglas son las que aprendemos primero, las que nos permiten funcionar día a día. Se caracteriza por la separación, la localidad (las cosas interactúan con lo que tienen cerca), el tiempo secuencial y la causalidad clara (A causa B). Es el reino de la estructura definida, de la lógica clásica, de lo medible y lo clasificable.

Pero, como una ola en la superficie que solo puede entenderse plenamente conociendo el océano subyacente, Bohm nos sugiere que este Orden Explícito no es la historia completa. Es solo la manifestación visible de algo mucho más vasto y fundamental. Para entender realmente el mundo, y nuestro lugar en él, debemos atrevernos a sumergirnos bajo la superficie, a explorar ese dominio oculto de totalidad e interconexión: el Orden Implícito. Y ese es el fascinante territorio al que nos dirigiremos en el próximo capítulo.

Capítulo 2: El Tejido Oculto: Bienvenido al Orden Implicado

En el capítulo anterior, exploramos el mundo familiar del Orden Explícito: ese escenario de objetos separados, eventos secuenciales y causas claras que constituye nuestra realidad cotidiana. Vimos su utilidad, su poder descriptivo a través de la ciencia clásica, pero también insinuamos sus limitaciones, esas pequeñas grietas que sugieren que podría haber algo más. Ahora, nos armamos de valor y nos asomamos a esas grietas, listos para sumergirnos en las profundidades que David Bohm nos invitó a explorar. Bienvenido al Orden Implicado.

Imagina por un momento que la realidad que ves no es la base fundamental, sino más bien una proyección, como las imágenes que aparecen en una pantalla. El Orden Implicado sería, en esta analogía, la fuente oculta de esa proyección, el lugar donde reside la información completa, pero de una forma totalmente diferente a como la vemos manifestada.

La palabra clave aquí es “implicado”, que viene del latín implicare, significando “plegar hacia adentro” o “envolver”. Bohm eligió esta palabra con sumo cuidado. Sugiere que, en este nivel fundamental, la totalidad del universo está, de alguna manera, plegada o envuelta en cada una de sus partes. A diferencia del Orden Explícito, donde las cosas están desplegadas, separadas y bien definidas en el espacio y el tiempo, en el Orden Implícito todo está interconectado, interpenetrado, formando una totalidad indivisa. La separación que percibimos en nuestro mundo cotidiano no es fundamental, sino una característica derivada, una apariencia que surge cuando esta totalidad se despliega.

¿Suena abstracto? Lo es. Nuestra mente está acostumbrada a pensar en términos de partes separadas. Visualizar una totalidad donde todo está contenido en todo lo demás desafía nuestra intuición. Por eso, Bohm recurrió a metáforas para ayudarnos a vislumbrar este orden oculto.

La metáfora más famosa y poderosa que utilizó es la del holograma. Un holograma es un tipo especial de fotografía creada con luz láser. Si iluminas la placa holográfica completa, ves una imagen tridimensional. Pero lo asombroso ocurre si rompes esa placa en pedazos: si iluminas incluso un pequeño fragmento, ¡verás la imagen tridimensional completa proyectada desde él! Quizás con menos detalle o desde un ángulo ligeramente diferente, pero la totalidad de la información está presente, distribuida, en cada parte. No es como una fotografía normal, donde cortar un trozo te da solo ese trozo. En el holograma, el todo está implícito en cada parte.

Bohm sugirió que el universo podría funcionar de manera similar. El Orden Implícito sería como esa placa holográfica indivisa, conteniendo la información de todo el universo plegada en cada región del espacio y del tiempo. Lo que percibimos como objetos y eventos separados en el Orden Explícito serían como las imágenes tridimensionales que se proyectan o despliegan desde ese fundamento holográfico. Esto implicaría que, en un nivel profundo, no estamos realmente separados del resto del universo. La aparente distancia entre tú y una estrella lejana, o incluso entre dos partículas subatómicas en extremos opuestos del laboratorio, sería una ilusión del nivel explícito. En el Orden Implícito, estarían íntimamente conectadas, formando parte del mismo tejido indiviso.

Otra analogía que ayuda a visualizar no solo la idea de “plegado”, sino también el movimiento entre los órdenes, es la de una gota de tinta insoluble introducida en un recipiente con un fluido muy viscoso, como la glicerina. Si giras lentamente un cilindro dentro del recipiente, la gota de tinta se estira y se difumina hasta que parece desaparecer, distribuyéndose por todo el fluido. La forma inicial de la gota (Orden Explícito) se ha plegado en el estado aparentemente uniforme del fluido (Orden Implícito). Pero si ahora giras el cilindro lentamente en la dirección opuesta, ¡la gota de tinta original reaparece! El orden que estaba implícito se ha desplegado de nuevo. Bohm usó esto para ilustrar cómo estructuras ordenadas (explícitas) pueden emerger y disolverse en un trasfondo aparentemente desordenado pero fundamentalmente interconectado (implícito).

Entonces, ¿cuáles son las características clave de este Orden Implícito, en contraste con el Explícito?

  • Totalidad Indivisa vs. Fragmentación: El Implícito es un todo sin costuras; el Explícito se manifiesta en partes separadas.
  • Interconexión vs. Separación: En el Implícito, todo está conectado; en el Explícito, las conexiones son secundarias y a menudo locales.
  • Plegado vs. Desplegado: La información y la estructura están envueltas en el Implícito; se manifiestan abiertamente en el Explícito.
  • No Localidad vs. Localidad: Las influencias en el Implícito pueden no estar limitadas por la distancia espacial (como sugiere el holograma); en el Explícito, la causalidad suele ser local.
  • Potencialidad vs. Actualidad: El Implícito contiene el potencial para todas las manifestaciones; el Explícito es el reino de lo que se ha actualizado o manifestado.

Es crucial entender que Bohm no decía que el Orden Explícito fuera irreal o una mera ilusión subjetiva. Es muy real en su propio dominio. Es el mundo en el que vivimos y actuamos. Lo que proponía es que no es el nivel fundamental de la realidad. El Orden Implícito es la fuente, el fundamento generativo del que emerge el mundo explícito. Ambos órdenes coexisten, interpenetrándose y transformándose continuamente el uno en el otro a través de esa danza cósmica que exploraremos a continuación: el Holomovimiento.

Adentrarse en el Orden Implícito requiere un cambio de perspectiva, un esfuerzo por ir más allá de nuestros hábitos mentales de fragmentación. Es como aprender a ver no solo las olas individuales, sino el océano profundo del que surgen y al que regresan. Es un concepto desafiante, sí, pero también lleno de posibilidades asombrosas para entender el universo y nuestro lugar en él de una manera radicalmente nueva y conectada.

Capítulo 3: La Danza de la Creación: El Holomovimiento

Hemos viajado desde el mundo familiar de las cosas separadas (el Orden Explícito) hasta la sugerencia de una totalidad oculta y plegada (el Orden Implícito). Pero, ¿cómo se relacionan estos dos órdenes? ¿Son dos reinos estáticos y separados, uno visible y otro invisible? ¿O hay algo más dinámico en juego?

David Bohm nos asegura que la respuesta es rotundamente la segunda. Para él, ni el Orden Explícito ni el Orden Implícito, tomados aisladamente, representan la realidad fundamental. Son más bien como instantáneas, abstracciones útiles que nuestra mente extrae de un proceso mucho más vasto, fluido e incesante. La verdadera base de toda la existencia, según Bohm, es este proceso mismo: una totalidad indivisa en movimiento constante, a la que denominó el Holomovimiento.

Si el Orden Implícito es el océano profundo y el Orden Explícito son las olas en la superficie, el Holomovimiento es el océano entero en su flujo incesante. Es la actividad fundamental, la “danza de la creación” de la que emergen todas las formas y estructuras que percibimos, y a la que finalmente regresan. No es un estado, sino un proceso.

Para captar esta idea, volvamos a nuestras metáforas anteriores, pero enfocándonos ahora en el movimiento:

  • En el holograma, el Holomovimiento no es solo la placa estática ni la imagen proyectada. Es el proceso completo: la luz láser coherente (como una fuente creativa) interactuando con el patrón de interferencia grabado en la placa (el aspecto implícito, la información plegada) para generar la imagen tridimensional visible (el aspecto explícito, desplegado). Es el flujo constante de luz y la interacción lo que sostiene la imagen.
  • En la gota de tinta en glicerina, el Holomovimiento es la acción misma de girar el cilindro. Es el movimiento del fluido lo que permite que la forma explícita de la gota se pliegue y se distribuya en el orden implícito, y que luego, al invertir el giro, se despliegue de nuevo. Sin el movimiento, los órdenes permanecerían estáticos y desconectados.

Quizás una metáfora aún más directa sea la de un río o una corriente. El Holomovimiento es como el flujo constante del agua. Dentro de ese flujo, pueden aparecer formas relativamente estables: remolinos, ondas estacionarias, patrones en la superficie. Estas formas parecen “cosas” separadas, con una identidad propia que perdura por un tiempo. Corresponderían al Orden Explícito. Pero sabemos que su existencia depende enteramente del flujo continuo del río. No son entidades independientes, sino patrones dinámicos sostenidos por el movimiento subyacente. Si el río deja de fluir, las formas desaparecen. De manera similar, Bohm sugiere que los objetos, las partículas, e incluso el espacio y el tiempo tal como los conocemos en el Orden Explícito, son formas relativamente estables, pero en última instancia transitorias, generadas y sostenidas por el flujo universal del Holomovimiento.

Esta idea tiene implicaciones profundas:

  1. La Realidad es Proceso, no “Cosas”: Fundamentalmente, el universo no está hecho de objetos estáticos e independientes, sino que es un flujo ininterrumpido. Las “cosas” son como los remolinos en el río: abstracciones útiles, patrones reconocibles dentro de ese flujo, pero no entidades últimas y separadas. Cambia el enfoque de ser a devenir.
  2. Tiempo y Espacio como Parte del Despliegue: En esta visión, el espacio y el tiempo no son un contenedor preexistente y absoluto donde ocurren los eventos (como en la física clásica). Son, más bien, aspectos del Orden Explícito, generados desde el Orden Implícito como parte del proceso de despliegue del Holomovimiento. Nuestra experiencia del tiempo como una secuencia lineal sería una característica de cómo percibimos este despliegue, no necesariamente una propiedad fundamental del todo.
  3. Interconexión Dinámica: Si todo emerge del mismo flujo fundamental, la interconexión que vislumbramos en el Orden Implícito no es solo una conexión estática, sino una participación dinámica en el mismo proceso universal. Todo está constantemente interactuando y transformándose como parte de esta danza cósmica.
  4. Creatividad Fundamental: El Holomovimiento no es solo movimiento, es inherentemente creativo. El constante desplegar de formas nuevas y complejas desde la totalidad implícita es un acto continuo de creación. El universo no es una máquina que simplemente sigue leyes preestablecidas, sino un proceso vivo y generativo.

Pensar en términos del Holomovimiento puede ser un desafío. Estamos muy acostumbrados a dar prioridad a las “cosas”, a las estructuras estables del Orden Explícito. Concebir la realidad como un flujo fundamental del que emergen las cosas requiere un cambio de perspectiva significativo. Es como pasar de describir la música solo por las notas individuales en la partitura (partículas explícitas) a comprenderla como el flujo sonoro en el tiempo, generado desde la estructura implícita de la composición y la intención del intérprete.

Sin embargo, esta visión dinámica es precisamente la que, según Bohm, nos permite empezar a dar sentido a las extrañas características del mundo cuántico. Fenómenos como que una partícula pueda comportarse como onda, o que dos partículas separadas actúen al unísono, dejan de ser paradojas inexplicables si las vemos no como “cosas” interactuando en un espacio vacío, sino como manifestaciones del mismo Holomovimiento subyacente, conectadas a un nivel implícito y fundamental.

Hemos explorado el mundo visible de los fragmentos y nos hemos sumergido en el tejido oculto de la totalidad plegada. Ahora, hemos vislumbrado la danza incesante que los conecta y les da vida: el Holomovimiento. Armados con esta visión de una realidad dinámica, procesual y fundamentalmente interconectada, estamos listos para ver cómo ilumina los misterios más profundos de la física moderna en el próximo capítulo.


Capítulo 4: Ecos Cuánticos: Una Nueva Luz sobre lo Extraño

Hemos viajado a través del orden familiar de las cosas separadas y nos hemos sumergido en la idea de una totalidad oculta y plegada, todo ello conectado por la danza incesante del Holomovimiento. Hasta ahora, podría parecer una hermosa construcción filosófica, una metáfora intrigante. Pero David Bohm era, ante todo, un físico. Su motivación principal para desarrollar estas ideas surgió directamente de los profundos misterios y aparentes paradojas que la física cuántica había desenterrado en el corazón mismo de la materia y la energía.

A principios del siglo XX, al explorar el mundo de los átomos y las partículas subatómicas, los científicos se encontraron con un reino que desafiaba radicalmente la intuición y las leyes familiares de la física clásica (la física del Orden Explícito). El mundo cuántico parecía operar bajo reglas diferentes, extrañas, casi mágicas. Era como si la naturaleza, en su nivel más fundamental, nos estuviera diciendo que nuestra visión cotidiana de la realidad era profundamente incompleta.

Veamos algunos de estos “ecos cuánticos” y cómo la perspectiva del Orden Implícito y el Holomovimiento les arroja una nueva luz, transformándolos de rarezas desconcertantes en indicios coherentes de una realidad más profunda.

1. El Enigma de la Doble Naturaleza: ¿Onda o Partícula?

Uno de los descubrimientos más impactantes fue la dualidad onda-partícula. Experimentos mostraron que entidades como los electrones o incluso los fotones (partículas de luz), que a veces se comportan como pequeñas “bolas de billar” localizadas (partículas), en otras circunstancias se comportan como ondas extendidas en el espacio, capaces de interferir consigo mismas como las ondas en un estanque. ¿Cómo puede algo ser, a la vez, una cosa localizada y una onda distribuida?

  • La Visión Clásica (Orden Explícito): Lucha por reconciliar esto. Una cosa es una cosa, una onda es una onda. Son categorías mutuamente excluyentes en nuestra experiencia cotidiana. La interpretación estándar de Copenhague dice que son ambos potenciales hasta que medimos, y la medición “colapsa” la onda en una partícula, sin explicar realmente cómo o por qué.
  • La Visión de Bohm (Órdenes Implícito/Explícito): Desde la perspectiva del Holomovimiento, ni la onda ni la partícula son la realidad fundamental. Son abstracciones, aspectos que se despliegan dependiendo del contexto total, incluyendo el aparato de medición. El Holomovimiento subyacente (Orden Implícito) contiene el potencial para ambos comportamientos. Un experimento diseñado para detectar partículas enfatizará el aspecto localizado (como un remolino estable en el río), mientras que un experimento diseñado para detectar ondas revelará el aspecto extendido y conectado (el flujo subyacente del río). No es que la entidad sea onda O partícula, sino que el proceso total (Holomovimiento) manifiesta aspectos ondulatorios O corpusculares según cómo interactuemos con él.

2. Conexiones Fantasmales: El Entrelazamiento y la No Localidad

Quizás el fenómeno más extraño es el entrelazamiento cuántico. Dos partículas, una vez que han interactuado, pueden quedar “entrelazadas” de tal manera que, incluso si se separan por vastas distancias, una medición realizada sobre una parece influir instantáneamente en el estado de la otra. Einstein lo llamó célebremente “acción fantasmal a distancia”, ya que parecía violar la idea de que ninguna influencia puede viajar más rápido que la luz (un pilar del Orden Explícito).

  • La Visión Clásica (Orden Explícito): Se queda perpleja. Si las partículas están realmente separadas, ¿cómo pueden “saber” lo que le ocurre a la otra instantáneamente? ¿Están enviando señales ocultas más rápidas que la luz? Los experimentos han descartado en gran medida esta última posibilidad.
  • La Visión de Bohm (Órdenes Implícito/Explícito): Aquí es donde la idea del Orden Implícito brilla con más fuerza. Si la separación espacial es una característica del Orden Explícito, pero no del Orden Implícito fundamental, entonces las partículas entrelazadas no están fundamentalmente separadas. En el Orden Implícito, siguen siendo parte de la misma totalidad indivisa. Su aparente conexión instantánea a distancia no es una “acción” o “comunicación” que viaja entre ellas en el espacio explícito, sino un reflejo de su unidad subyacente en el nivel implícito. Es como descubrir que dos imágenes proyectadas en pantallas diferentes cambian simultáneamente, no porque se envíen señales, sino porque ambas provienen del mismo holograma subyacente que está siendo modificado. La no localidad no es “fantasmal”, sino una característica natural de la totalidad implícita.

3. El Papel del Observador y la Naturaleza Probabilística

La física cuántica también introdujo la idea de que el acto de observar o medir un sistema cuántico parece jugar un papel crucial en determinar su estado. Antes de la medición, el sistema a menudo se describe mediante una “función de onda” que representa una superposición de posibilidades. Es solo al medir que obtenemos un resultado definido, y los resultados parecen ser inherentemente probabilísticos, no predecibles con certeza.

  • La Visión Clásica (Orden Explícito): La observación idealmente no debería afectar al sistema observado, o al menos su efecto debería ser mínimo y calculable. La idea de que la realidad “elige” un estado solo cuando la miramos, y de forma probabilística, es profundamente inquietante.
  • La Visión de Bohm (Órdenes Implícito/Explícito): Bohm enfatizó que no existe tal cosa como un observador pasivo y separado del observado. Ambos son parte del mismo Holomovimiento. La medición no es simplemente “mirar”, sino una interacción específica que participa en el proceso de despliegue. El aparato de medición y el sistema medido forman un todo indivisible durante la interacción. El resultado de la medición es un aspecto particular del Orden Implícito que se despliega en el Orden Explícito a través de esta interacción específica. Las probabilidades no reflejan necesariamente un azar fundamental, sino quizás la complejidad infinita del Orden Implícito y nuestra inevitable participación limitada al desplegar solo un aspecto a la vez.

En resumen, la perspectiva del Orden Implícito y el Holomovimiento no pretende cambiar los resultados experimentales de la física cuántica, sino ofrecer un marco conceptual coherente para entenderlos. Transforma las aparentes paradojas y extrañezas en consecuencias naturales de una realidad más profunda, interconectada y dinámica. La dualidad onda-partícula, la no localidad y el papel del observador dejan de ser rarezas inexplicables para convertirse en “ecos cuánticos” que nos llegan desde ese tejido oculto de la totalidad.

Al ver la física cuántica no como un conjunto de reglas extrañas para partículas diminutas, sino como una ventana al funcionamiento fundamental del Holomovimiento, Bohm abrió la puerta a implicaciones que van mucho más allá de la física. Si la realidad material, en su nivel más básico, opera de esta manera interconectada y holística, ¿qué nos dice eso sobre otros aspectos de la existencia, como nuestra propia mente y conciencia? Esa es la intrigante cuestión que abordaremos a continuación.

Capítulo 5: La Mente y el Espejo: ¿Reflejamos el Orden Oculto?

Hemos viajado desde la física de lo cotidiano hasta las extrañas profundidades cuánticas, y hemos visto cómo la visión de David Bohm sobre los órdenes implícito y explícito, conectados por el dinámico Holomovimiento, parece ofrecer un marco coherente para entender incluso los fenómenos más desconcertantes. La dualidad onda-partícula, el entrelazamiento… quizás no sean rarezas, sino ecos de una totalidad subyacente.

Pero la exploración de Bohm no se detuvo en la materia inerte. Él creía que esta visión de una realidad fundamentalmente indivisa y en proceso tenía implicaciones igualmente profundas para comprender la naturaleza de nuestra propia mente, nuestra conciencia y nuestro pensamiento. Si el universo entero opera a través de este plegar y desplegar desde un orden implícito, ¿podría ser que nuestra mente, que es parte de ese universo, funcione de manera similar? ¿Somos, en cierto modo, un espejo que refleja esta danza cósmica?

Pensemos en nuestra experiencia interna. ¿Qué es un pensamiento? A menudo lo tratamos como una “cosa”, una entidad discreta: una idea, un recuerdo, una creencia. Lo analizamos, lo clasificamos, lo separamos de otros pensamientos, muy al estilo del Orden Explícito. Y, sin duda, esta capacidad de análisis es crucial.

Sin embargo, ¿no experimentamos también el pensamiento como un flujo, una corriente continua de conciencia donde las ideas se mezclan, las sensaciones colorean los razonamientos y las intuiciones surgen inesperadamente? William James habló célebremente de la “corriente de la conciencia”. Esta visión del pensamiento como proceso, más que como una colección de objetos mentales estáticos, resuena fuertemente con la idea del Holomovimiento.

Bohm sugirió que podríamos considerar nuestros pensamientos explícitos –las ideas claras y definidas que formulamos, las palabras que decimos, los conceptos que manejamos– como análogos al Orden Explícito. Son las formas desplegadas, manifiestas, los “remolinos” relativamente estables que emergen en la corriente de nuestra conciencia.

Pero, ¿de dónde surgen estos pensamientos explícitos? Bohm propuso que podrían emerger de un nivel mental mucho más profundo, un orden implícito de la mente. Este sería un vasto océano de potencialidad, donde residen de forma plegada no solo nuestros recuerdos individuales, sino quizás también estructuras de significado más profundas, arquetipos, conocimientos tácitos e incluso las raíces de nuestra creatividad e intuición. Sería un nivel donde las distinciones que hacemos en el pensamiento explícito (como sujeto/objeto, pensamiento/sentimiento, yo/otro) estarían menos definidas, más interconectadas.

Considera la creatividad o la intuición. A menudo, las ideas nuevas o las comprensiones profundas no parecen llegar a través de un proceso lógico paso a paso (explícito), sino que “surgen” o “se revelan” desde un lugar desconocido. ¿Podría ser que estos momentos representen un contacto, un despliegue, desde ese orden implícito de la mente, donde las conexiones novedosas y los potenciales no explorados residen de forma plegada? Sería como si, por un instante, accediéramos al “holograma” mental completo y una nueva perspectiva se desplegara.

Esta visión también arroja luz sobre uno de los temas centrales que preocupaban a Bohm: la fragmentación del pensamiento. Él observó que nuestra tendencia a aferrarnos a las distinciones y categorías del pensamiento explícito como si fueran la realidad última nos lleva a dividir el mundo (y a nosotros mismos) en fragmentos inconexos. Creamos separaciones rígidas entre naciones, religiones, disciplinas científicas, e incluso entre nuestro propio pensar, sentir y actuar. Bohm argumentaba que esta fragmentación, que es una característica del Orden Explícito, se vuelve problemática cuando olvidamos que surge de una totalidad implícita indivisa. Perdemos el contacto con la fuente, con la conexión fundamental.

Si la mente refleja el Holomovimiento, entonces el pensamiento fragmentado sería como obsesionarse con un remolino particular en el río, olvidando que es parte inseparable del flujo total. Un pensamiento más sano y coherente, según Bohm, sería aquel capaz de mantener la conciencia de ambos órdenes: la capacidad de analizar y distinguir (explícito) sin perder de vista la totalidad y la interconexión subyacente (implícito). Sería un pensamiento que fluye, que es flexible, que puede plegar y desplegar significados de manera creativa y apropiada al contexto.

Incluso la relación entre mente y cuerpo podría reinterpretarse. En lugar de verlos como dos sustancias separadas (el viejo problema mente-cuerpo), podrían entenderse como dos aspectos, quizás uno más sutil (mente, cercano a lo implícito) y otro más manifiesto (cuerpo, claramente explícito), pero ambos inseparables dentro del mismo Holomovimiento. Bohm habló de la soma-significance, sugiriendo una conexión íntima e indivisible entre el estado físico (soma) y el significado o la información (significance) que la mente procesa. No serían dos cosas interactuando, sino diferentes aspectos del mismo flujo fundamental.

Es importante ser cautos. Aplicar las ideas del Orden Implícito directamente a la mente es, en gran medida, una analogía y una exploración filosófica, no (aún) una teoría científica demostrada sobre el funcionamiento del cerebro. Sin embargo, es una analogía poderosa y sugerente. Nos ofrece una forma de pensar sobre nosotros mismos que enfatiza la conexión sobre la separación, el proceso sobre la estructura estática, y el potencial creativo inherente a nuestra conciencia.

Si nuestra mente participa en esta danza cósmica de plegado y desplegado, si somos un microcosmos que refleja el Holomovimiento, entonces comprender este proceso no es solo entender el universo “ahí fuera”, sino también entendernos a nosotros mismos “aquí dentro”. Abre la posibilidad de superar la fragmentación que nos aflige, de acceder a niveles más profundos de creatividad y comprensión, y de vivir de una manera más alineada con la naturaleza fundamentalmente interconectada de la realidad. ¿Cómo podríamos empezar a cultivar esta forma de ser y pensar? Esa es la pregunta que nos guiará en el siguiente paso de nuestro viaje.

Capítulo 6: ¿Y Ahora Qué? Hacia una Vida en Totalidad

Hemos emprendido un viaje extraordinario. Partimos del mundo familiar de las cosas separadas, el Orden Explícito, nos sumergimos en las profundidades del Orden Implícito –esa totalidad plegada donde todo está interconectado–, y vislumbramos el Holomovimiento, la danza incesante de plegar y desplegar que constituye la realidad fundamental. Vimos cómo esta perspectiva ilumina los extraños ecos del mundo cuántico y cómo, quizás, nuestra propia mente y conciencia reflejan este mismo proceso dinámico.

Llegados a este punto, la pregunta inevitable surge con fuerza: ¿Y ahora qué? ¿Qué hacemos con esta visión? ¿Es solo una teoría fascinante, una forma interesante de ver el universo, o tiene implicaciones reales y prácticas para cómo vivimos nuestras vidas, cómo nos relacionamos con los demás y cómo entendemos nuestro lugar en el cosmos?

David Bohm estaba convencido de que las implicaciones eran profundas y urgentes. Él veía la fragmentación –la tendencia a dividir la realidad en partes desconectadas y a tratar esas partes como si fueran independientes y absolutas– como la raíz de muchos de los problemas más acuciantes de la humanidad.

Piénsalo: dividimos el conocimiento en disciplinas aisladas que a menudo no dialogan entre sí, perdiendo la visión del conjunto. Separamos radicalmente la mente del cuerpo, tratándolos como entidades distintas en lugar de aspectos de un todo integrado. Creamos divisiones rígidas entre nosotros mismos y los demás –basadas en nacionalidad, religión, ideología–, olvidando nuestra humanidad compartida y nuestra profunda interdependencia. Y quizás lo más peligroso de todo, nos hemos separado de la naturaleza, viéndola como un mero recurso a explotar en lugar de como el sistema vivo del que somos una parte inseparable. Bohm argumentaba que esta forma fragmentada de pensar y percibir, que surge de quedarnos atrapados únicamente en el Orden Explícito, no es solo una descripción incompleta de la realidad, sino que activamente crea incoherencia, conflicto y destrucción.

Entonces, si la fragmentación es el problema, la respuesta debe residir en cultivar una percepción y un pensamiento orientados hacia la totalidad. ¿Significa esto que debemos abandonar el Orden Explícito y tratar de vivir místicamente en el Orden Implícito? No, eso sería imposible y, probablemente, poco útil. El Orden Explícito es el nivel en el que actuamos, nos comunicamos y resolvemos problemas prácticos. La clave, según Bohm, no es negar lo explícito, sino mantener una conciencia constante de su origen en lo implícito. Es vivir en el mundo desplegado sin olvidar jamás la totalidad plegada de la que emerge. Es aprender a integrar ambos órdenes en nuestra percepción y acción.

Pero, ¿cómo se hace eso? No hay una fórmula mágica ni un interruptor que podamos pulsar. Es más bien una práctica continua, un arte que requiere atención, sensibilidad y una disposición a cuestionar nuestras propias suposiciones. Aquí van algunas pistas inspiradas en las ideas de Bohm:

  1. Prestar Atención al Proceso del Pensamiento: Nuestra mayor herramienta es la conciencia. Bohm sugería prestar atención no solo a lo que pensamos, sino a cómo pensamos. ¿Estamos saltando a conclusiones? ¿Estamos aferrándonos a categorías rígidas? ¿Estamos reaccionando desde supuestos ocultos? Observar el pensamiento como un proceso, como un reflejo del Holomovimiento, nos permite detectar sus patrones fragmentarios y empezar a disolverlos. Es casi como desarrollar una “propiocepción del pensamiento”, sentir su movimiento y sus bloqueos.
  2. Suspender las Certezas: La visión fragmentada a menudo se basa en dar por sentadas nuestras creencias y categorías. Para abrirnos a la totalidad, necesitamos cultivar la habilidad de suspender temporalmente nuestras certezas, nuestros juicios, nuestras reacciones automáticas. No se trata de abandonarlas, sino de ponerlas “entre paréntesis” para poder observar la situación (o nuestro propio pensamiento) con más frescura y apertura.
  3. El Poder del Diálogo: Bohm puso un enorme énfasis en el diálogo como herramienta para superar la fragmentación, especialmente a nivel colectivo. No se refería al debate (donde se defienden posiciones fijas), sino a una conversación genuina donde un grupo de personas explora conjuntamente sus supuestos y significados compartidos. Al suspender juicios y escuchar profundamente, el diálogo permite que emerja una comprensión colectiva, un “flujo de significado” que puede reflejar de forma más directa la interconexión del Orden Implícito. Es pensar juntos de una manera nueva.
  4. Buscar Conexiones, No Solo Separaciones: Entrenar nuestra mente para ver las relaciones, los patrones y las analogías, además de las diferencias y las partes. Preguntarnos: ¿Cómo se conecta esto con aquello? ¿Qué principio subyacente comparten estas situaciones aparentemente distintas? ¿Cuál es el contexto más amplio? Fomentar el pensamiento sistémico, ecológico y analógico.
  5. Abrazar la Incertidumbre y el Flujo: Reconocer que la realidad fundamental es proceso y cambio. Aceptar que nuestro conocimiento siempre será incompleto y nuestras categorías provisionales. Esto nos libera de la rigidez y nos permite adaptarnos y aprender de forma más fluida.
  6. Actuar desde la Totalidad (Ética y Ecología): Si realmente sentimos nuestra conexión intrínseca con los demás y con la naturaleza (como sugiere el Orden Implícito), nuestras acciones cambiarán naturalmente. La ética deja de ser un conjunto de reglas externas para convertirse en una expresión de esa comprensión de unidad. Cuidar el planeta o buscar la justicia social se vuelve una forma de cuidar de nosotros mismos, porque “nosotros” incluye al todo.

Vivir “hacia la totalidad” no significa alcanzar un estado final de perfección iluminada. Significa comprometerse con un proceso continuo de aprendizaje y toma de conciencia. Es reconocer la danza constante entre lo implícito y lo explícito en el universo y en nosotros mismos, y esforzarnos por participar en esa danza de una manera más coherente, creativa y compasiva.

Es un camino que requiere paciencia y perseverancia, ya que nuestros hábitos de fragmentación están profundamente arraigados. Pero es un camino que promete una recompensa inmensa: no solo una comprensión más profunda de la realidad, sino también la posibilidad de una vida con más significado, menos conflicto interno y externo, y una mayor capacidad para contribuir creativamente al bienestar del todo.

Hemos explorado la teoría, hemos vislumbrado las implicaciones. Ahora, con estas claves en mente, estamos listos para dar el último paso de nuestro viaje: recapitular nuestra exploración y abrazar la visión de totalidad como una brújula para navegar nuestras vidas.

Conclusión: Más Allá del Mapa: Abrazando la Totalidad

Nuestro viaje llega a su fin, pero como todo viaje profundo, quizás sea más bien un nuevo comienzo. Partimos de una pregunta sencilla pero fundamental: ¿Hay algo más que lo que vemos? Nos asomamos a las grietas de nuestra realidad cotidiana, esa que a menudo percibimos como un mosaico de fragmentos separados – el Orden Explícito. Guiados por la audaz visión de David Bohm, nos aventuramos más allá de los mapas familiares.

Nos sumergimos en las profundidades conceptuales del Orden Implícito, vislumbrando una totalidad indivisa donde todo está misteriosamente plegado, interconectado, como un vasto océano holográfico bajo las olas visibles. Y descubrimos que ni lo explícito ni lo implícito son estáticos, sino que participan en una danza incesante, el Holomovimiento, el flujo creativo fundamental que constituye la realidad misma, desplegando y plegando constantemente las formas que observamos.

Vimos cómo esta perspectiva, nacida en parte de los desconcertantes descubrimientos de la física cuántica, les ofrecía un hogar conceptual coherente. La dualidad onda-partícula, el entrelazamiento “fantasmal”, la no localidad… dejaron de ser rarezas inexplicables para convertirse en ecos, en susurros de esa totalidad subyacente que opera según reglas diferentes a las de nuestro mundo macroscópico.

Extendimos la mirada hacia nosotros mismos, explorando la posibilidad de que nuestra propia mente y conciencia reflejen esta misma dinámica. Nuestros pensamientos explícitos, claros y definidos, como islas en la superficie; pero emergiendo de, y regresando a, un vasto océano implícito de significado, potencialidad e interconexión. Vimos cómo la fragmentación que a menudo aflige nuestro pensamiento y nuestras sociedades podría ser el resultado de perder contacto con esta totalidad fundamental.

Y entonces, nos enfrentamos a la pregunta crucial: ¿Y ahora qué? Hemos contemplado un universo radicalmente interconectado, fluido y creativo. Hemos considerado nuestra propia mente como un participante en esta danza cósmica. ¿Cómo integramos esta visión en nuestras vidas?

La respuesta, como hemos explorado, no reside en una fórmula simple ni en abandonar el mundo explícito. Reside en cultivar una nueva forma de percibir y de ser, una que aprenda a mantener en conciencia simultánea ambos órdenes: la realidad desplegada de las partes y la realidad plegada del todo. Significa reconocer la utilidad del análisis y la distinción, sin permitir que nos cieguen a las conexiones subyacentes. Significa valorar la estructura y la claridad, sin perder la sensibilidad al flujo y al proceso.

Abrazar la totalidad no es alcanzar un destino final, sino adoptar una brújula para la navegación continua. Requiere la atención para observar nuestros propios procesos de pensamiento fragmentario. Requiere la suspensión de juicios y certezas automáticas para abrir espacio a nuevas comprensiones. Requiere la valentía de entrar en diálogo genuino, buscando el flujo de significado compartido por encima de la defensa de posiciones fijas. Requiere cultivar la sensibilidad a las conexiones, a los patrones que vinculan lo aparentemente dispar.

Es un arte, una práctica que nos invita a vivir con mayor coherencia, alineando nuestras acciones con una comprensión más profunda de nuestra interdependencia. Nos impulsa hacia una ética que surge naturalmente del reconocimiento de que el “otro” –ya sea otra persona, otra cultura, otra especie o el planeta mismo– es, en un nivel fundamental, inseparable de nosotros mismos. Nos abre a fuentes más profundas de creatividad, al permitir que nuevas formas y significados se desplieguen desde el vasto potencial del orden implícito.

Ir “más allá del mapa” del Orden Explícito no significa desechar los mapas. Los mapas son útiles, necesarios. Significa reconocer que el mapa no es el territorio. El territorio es el Holomovimiento: vasto, dinámico, misterioso y, en última instancia, indivisible.

Que este viaje a través del universo desplegado te deje no con respuestas definitivas, sino con preguntas más profundas y una renovada sensación de asombro. Que te inspire a mirar el mundo y a ti mismo con nuevos ojos, buscando la totalidad oculta bajo la superficie de los fragmentos. Que te anime a participar conscientemente en la danza incesante de la creación.

La exploración no termina aquí. La danza continúa, en cada momento, en cada interacción, en cada pensamiento. Abracémosla.




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